A todas las personas que trabajan se les pide aportar, contribuir mediante el trabajo al sistema productivo. Todos los trabajos tienen esta dimensión; esa contribución se espera de todos y debe ser objeto de reconocimiento. No todas las personas que trabajan tienen oportunidad de aprender y mejorar con el trabajo. Todos los trabajos debieran tener esta dimensión, pues el aprendizaje es un mecanismo esencial de realización de la persona.

Muy pocas personas de las que trabajan son estimuladas a cambiar y transformarse mediante el trabajo. El trabajo que tiene esta dimensión promociona el “empowerment” de la persona.

Cuando sólo se aporta con el trabajo, el trabajo es una actividad. Cuando –además– se aprende con el trabajo, el trabajo es una profesión y cuando –además– se cambia con el trabajo, el trabajo es una ciencia.

Las personas Excelentes y las empresas Excelentes son las que hacen del trabajo una ciencia. Alcanzan la Excelencia por la ciencia del trabajo. Por eso, hay tan pocas personas y empresas que alcanzan la Excelencia. Sólo las personas y las empresas Excelentes son capaces de entender el trabajo como una ciencia.

Que las personas aporten con el trabajo es un asunto de Organización. Que las personas aprendan con el trabajo es un asunto de Estrategia. Que las personas cambien con el trabajo es un asunto de Liderazgo. Organización tienen todas las empresas, Estrategia tienen algunas empresas, y Liderazgo tienen muy pocas empresas. De ahí, la escasez de la Excelencia.

La economía premia la Excelencia, y premia un entendiendo de la Excelencia como una esencia de la ciencia del trabajo, de entender el trabajo como una ciencia. Ello merece un reconocimiento y un premio porque la exaltación del trabajo –para ser una ciencia– debe ser objeto de admiración de y para quienes lo intentan y lo hacen.