EL FRACASO DE LAS DEMOCRACIAS

Es crisis –“tsunami”- se está constatando como una demostración del fracaso de las democracias, como consecuencia de que la instalación de sus debilidades las ha hecho más vulnerables que invulnerables ha podido hacerlas la ausente gestión de sus fortalezas. 

La democracia tiene fortalezas, todas las que justifican su existencia y su generalizada aceptación de ser el menos malo de los sistemas políticos. Pero también tiene debilidades, cuya ignorancia y olvido tienen un alto  coste y pueden suponer un fracaso del sistema –como está ocurriendo en la oportunidad de esta crisis– que es consecuencia de la instalación de esas debilidades. Veámoslas: 

El crecimiento incontrolado del número de políticos; la reducción del nivel de exigencias para ocupar un puesto político: el crecimiento del intervencionismo; la parcelación inoperante de funciones y competencias, las conexiones espúreas de la política y la banca; el crecimiento del aparato del Estado, y la insuficiente creación de valor y la corrupción. Las consecuencias no deseables de la instalación de estas debilidades han conducido al fracaso de las democracias afectadas por esa instalación.

 La falta de capitalización de las fortalezas y el reforzamiento de las debilidadespor los aprovechados del sistema– conducen a la decadencia de las democracias donde aquellas se olvidan y éstas se instalan, y los costes de la instalación de estas debilidades gravan torpemente el sistema productivo que –cada vez– es menos capaz de soportarlos.

 En los últimos años, los políticos han reforzado las debilidades y han empobrecido las fortalezas, hasta que ese proceso deteriorador ha abocado en la crisis que nos atenaza. La democracia –para ser el menos malo de los sistemas– no necesita ser el más caro de ellos ni arruinarse en su experiencia.

 

José Luis Méler y de Ugarte
Presidente