CONSUME QUE ALGO QUEDA

El consumo explica alrededor de dos tercios del PIB. Durante la “crisis económica” no sólo ha habido una devaluación salarial, un incremento del desempleo, un descenso de la producción, un vaciamiento del crédito y una caída de los precios, también se ha vivido un retraimiento del consumo en los hogares. 

Las familias fueron las primeras en sufrir el acogotamiento de la recesión y las primeras en soportar el adelgazamiento por estrechamiento forzado de cinturón. Su primera reacción fue cortar gastos de manera radical, incrementar ahorro y reducir deudas. Había que limpiar balance como limpian los baños, sin dejar una mota. 

Ahora cambia la brisa con la reactivación económica, la recuperación del empleo y la revitalización de la confianza. Las expectativas aumentan según se frena la destrucción de empleo y aparecen oportunidades de trabajo, aunque sea temporal o parcial. Pero –como bien saben las familias– no hay nada más precario que el futuro desesperanzador del Paro. 

En 2014 repuntó el gasto real por hogar por primera vez desde 2007, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Después de analizar unas 24.000 respuestas, el INE ha llegado a la conclusión que las familias españolas se gastaron el año pasado casi 495.000 millones de euros –lo que representa un 0,3% más que en 2013-. Pero como no hay inflación, el gasto de los hogares creció algo más, un 1%. No son cantidades que permitan aún el lanzamiento de cohetes. 

En términos corrientes, el gasto de los hogares españoles superó los 580.000 millones de euros en 2008, pero es una ventana abierta a una nueva realidad: la pérdida del miedo a gastar. Esto se aprecia cuando se descompone el gasto. Hay una reducción del gasto en la casa, un 2,4% menos. Debido también al descenso del coste relacionado con la vivienda. 

Es destacable el recorte en la cesta de la compra o en teléfono. En la primera influye la deflación y en los segundos la feroz competencia. Resalta –como prueba de nueva confianza– que las familias se atreven a salir a la calle otra vez, a gastarse el dinero en cafelitos, bebida, comidas fuera de casa, restaurantes. También salieron más de compras: aumentaron los gastos en vestidos y calzado. Y lo que más llama la atención, hubo más dinero para las vacaciones –un 9% más-. 

Y es que las familias –después de tantos años de apertura– se merecen algo más que un descanso.

José Luis Méler y de Ugarte
Presidente