Eduardo Rodríguez Rovira

La crisis del coronavirus, como pasa en las situaciones extremas, ha hecho salir a la luz lo mejor y lo peor de nuestra especie humana.

El sacrificio personal, con consecuencias a veces fatales, de muchos de nuestros profesionales sanitarios, servidores públicos y voluntarios en estos críticos días es digno de encomio y así se ha manifestado públicamente y se ha sentido en privado.

Por el contrario, han surgido pronunciamientos y actitudes repugnantes y mezquinas por utilizar una expresión del Primer Ministro Portugués Antonio Costa. Me resisto a repetir las despreciables intervenciones de personalidades políticas sean extranjeras – ministros holandeses, belgas, californiano, primer ministro inglés etc.- o incluso de algún indigno presidente de comunidad autónoma española, que proclaman un absoluto desprecio a las personas de mayor edad, propulsando el holocausto de toda una generación a cambio de unas supuestas menores pérdidas económicas. La palabra eutanasia en su concepto más peyorativo ha resonado en las mentes de muchas familias.

Pero todavía nos ha deprimido más conocer el comportamiento, minoritario cierto es, de algunos compatriotas, como cuando se recibe con insultos y se apedrea el autobús que trasladaba de un pueblo a otro a ancianos de una residencia contaminada y en la que se habían producido numerosos fallecimientos. Tampoco mencionaremos aquí los nombres para no avergonzar a la mayoría de su población, que sin duda lo habrán reprochado.

Traducíamos el término inglés ageism por edadismo, para señalar todas las circunstancias de discriminación por razones de edad, que es en nuestros días la principal causa de discriminación efectiva. Nos costaba pronunciar la palabra gerontofobia, que es más dura, pero a la vista de muchas de las cosas que hemos visto o vivido estas semanas tenemos que volver a utilizar el término gerontofobia.

Resurgen con intensidad los estereotipos negativos de la vejez, las discriminaciones sanitarias de las que siempre nos habíamos quejado las organizaciones de mayores como las listas de espera, la no inclusión en protocolos, abuso en sedaciones (Leganés 2006) etc. y las sociales, por ejemplo, el desamparo de varios cientos de miles de personas mayores de 80 años que viven solas angustiadas en las presentes circunstancias, el fallecimiento y duelo en soledad casi absoluta…

Habían sufrido de niños una guerra espantosa y ahora de mayores vuelven a sufrir otra guerra insidiosa .

Luchemos todos contra la gerontofobia.

Eduardo Rodríguez Rovira

Presidente de Honor de CEOMA (Confederación Española de Organizaciones de Mayores