(Madrid, 28 de septiembre de 2018) El abordaje de las barreras sanitarias y psicológicas al envejecimiento activo es uno de los grandes retos políticos de la sociedad actual. La población está envejeciendo a un ritmo acelerado, especialmente en España, por lo que es necesario garantizar una alta calidad de vida de las personas mayores.

Uno de los mayores retos a los que se enfrenta la población mayor es el declive funcional. El envejecimiento conlleva cambios biológicos, y muchos de ellos de ellos se asocian con mayores dificultades para mantener una actividad plena. Esto conlleva un aumento en los costes de los cuidados médicos y en la utilización de recursos sociosanitarios. Es por ello que, para hacer frente al declive funcional, los programas locales, autonómicos y nacionales de envejecimiento activo son instrumentales para garantizar la inclusión y la sostenibilidad social.

No obstante, las causas del declive funcional son diversas, y no siempre se atienden correctamente. Entre las causas principales se encuentran las enfermedades cardíacas. Los factores de riesgo y la prevención son de suma importancia en muchas de ellas; sin embargo, algunas patologías crónicas necesitan una atención sanitaria dedicada. Entre ellas, la enfermedad cardíaca estructural, de gran prevalencia entre las personas mayores de 65 años, recibe escasa atención en España, existiendo un infradiagnóstico entre mujeres.

La enfermedad cardíaca estructural aparece con el fallo de las válvulas del corazón a causa del envejecimiento, provocando patologías como la estenosis aórtica, la insuficiencia mitral, o tricúspide, entre otras. Supone hasta un 26% de todos los casos de insuficiencia cardíaca, la cual es la primera causa de hospitalización de las personas mayores de 65 años en España.

El 29 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Corazón, fecha marcada para la concienciación sobre las enfermedades cardiovasculares, que incluyen las enfermedades cardíacas y las cerebrovasculares. La celebración de este día supone una ocasión para contribuir a la concienciación sobre la enfermedad cardíaca estructural y reivindicar una atención adecuada a las causas del declive funcional en las personas mayores. Solo así es posible garantizar el envejecimiento activo y una alta calidad de vida de las personas mayores.