Aunque ha ido dejando atrás sus tiempos como directivo de alguna de las principales industrias farmacéuticas, sigue haciéndose difícil situar a Eduardo Rodríguez Rovira (Santander, 1935) en la condición de jubilado, una consideración que en su caso nunca puede asimilarse con ningún tipo de retiro.

Predica el envejecimiento activo tanto por lo que tiene de parapeto contra los achaques de la edad como por su convencimiento de que los mayores están en condiciones de seguir aportando a la sociedad un valor que esta no puede permitirse dejar de lado. Presidente de Laboratorios SmithKline Beecham durante 11 años, de Industrial Farmacéutica Cantabria durante otros cinco y de Laboratorios Indas hasta hace apenas seis, pelea hoy contra la pasividad propia y ajena como presidente de honor de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA) y la Fundación Edad y Vida, atalayas desde las que contempla una crisis sanitaria que ha golpeado especialmente a quienes rondan –década arriba, década abajo– los años que él tiene.

Fuente; Cantabria Negocios

La pandemia del covid-19, dice Rodríguez Rovira, ha probado que están en mejor disposición de salir adelante aquellos que han sabido o podido mantenerse activos, pero también que la sociedad sigue lejos de valorar a los mayores como merecen. Una percepción que se convierte en abierta indignación cuando repasa las cifras de fallecidos entre las residencias de ancianos y teme que una parte de ellas, como también de las registradas en general entre los más mayores, se deban a que se haya decidido quién debía o no acceder a tratamientos en función de la edad.

Su experiencia en el sector farmacéutico le lleva también a ser muy crítico con la gestión que ha hecho el Gobierno del suministro de materiales de protección, a considerar contraproducentes sus intervenciones para regular el mercado y a lamentar el trato que se ha dado a la industria española y europea en los últimos años, y que ha tenido como consecuencia la actual dependencia de suministradores de fuera de la UE. Eduardo Rodríguez Rovira responde a la entrevista desde su domicilio de Madrid, donde cumple el confinamiento asomado al mundo a través de las herramientas que ofrece la tecnología.

Pregunta.- Usted ha puesto siempre un gran empeño en animar a las personas a mantenerse activas, y en pedir a las empresas y a la sociedad que sigan contando con lo que este colectivo puede aportar. No sé hasta qué punto esta crisis ha puesto en cuestión todo eso, o lo ha reforzado.

Respuesta.- Yo creo que está demostrando que aquellos que han sabido mantenerse al día, que manejan internet, son capaces de llevar mucho mejor una situación como esta. Y esta situación ha supuesto un salto tremendo para derribar las barreras que podían existir para la digitalización de los mayores, que han buscado ayuda en los más jóvenes para aprender a conectarse y mantener el contacto con sus familias. Se va a producir un cambio enorme. La persona que no está hoy conectada se queda aislada, y lo peor en las personas mayores es la soledad. Es cierto que hay una soledad física, una pérdida de contacto, de tocar a la gente, de abrazarla, que no resuelve la tecnología. Pero el aislamiento completo es una alternativa peor.

P.- Lo que parece que ha salido peor parada es la otra cuestión, la forma en que la sociedad valora a sus mayores. En el mejor de los casos se piensa que hay que reconocerles todo lo que han aportado, no valorar lo que todavía aportan.

R.- Hoy en día no hay mayor discriminación que la que sufren los mayores, la que se da por cuestiones de edad. Y esta crisis lo ha puesto de manifiesto de la forma más cruel. Se sigue pensando que una persona de 70 o 75 años está fuera de circulación, cuando hoy una persona mayor de 80 años puede estar perfectamente y de hecho podríamos llenar páginas y páginas de personas de esa edad que están estupendamente y siguen participando muy activamente en la sociedad. Pero pese a ello, la idea que se impone es la otra, que ya no tenemos nada que aportar. No hacía falta un coronavirus para llegar a ese pensamiento, ya estaba ahí, lo que ha sucedido con la pandemia es que se ha puesto de manifiesto de la forma más cruda, decidiendo a quién se debía o no ingresar en una UCI a partir de criterios de edad, sin tener en cuenta otros. Es una cosa espantosa.

P.- Usted da por hecho que las cosas han sucedido así, pero desde la Administración se asegura que la decisión de los tratamientos a aplicar se ha tomado siempre con criterios médicos.

R.- No sé cómo han sido las cosas en Cantabria, pero aquí en Madrid hay residencia de ancianos con más de un centenar de fallecidos. Teniendo en cuenta que las mayores residencias tienen unos 200 residentes, o poco más, calcule usted de qué porcentajes de mortalidad estamos hablando. Eso no se explica solo porque se trata de personas mayores, ahí ha habido un decisión de no trasladar a hospitales a personas de más de 70 años, un consejo que me consta que se le dio a algunos familiares. Estamos en una sanidad de guerra, en la que puedo entender que hay que priorizar en función de unos criterios, pero no tengo duda de que en muchos momentos, y sobre todo en el peor periodo de la crisis sanitaria, el único criterio ha sido la edad, decidiendo no ingresar en la UCI a pacientes con coronavirus de más de 80 años. Yo a eso lo llamo gerontofobia. Es verdad que luego el Ministerio de Sanidad ha eliminado ese criterio simple, y pide que se valore la posibilidad de supervivencia. Pero eso ha estado sucediendo.

P.- ¿La mortalidad en las residencias se explica solo por esa discriminación de edad que menciona?

R.- Lo de las residencias ha sido tremendo, y habría que investigarlo a fondo, pero ahí ha fallado todo. Se sabía que las personas mayores eran el colectivo más vulnerable, pero hasta que no empezó a morir gente no se prestó ninguna atención a las residencias de ancianos, que todos las hemos visto y sabemos que son lugares en los que el aislamientos es especialmente difícil. No tenían equipos de protección y los que luego se les han proporcionado estaban defectuosos, los cuidadores se han contagiado por esa falta de material, que es algo escandaloso.

P.- ¿No hay ninguna responsabilidad por parte de las empresas que gestionan esas residencias?

R.- Habrá que investigar todo, como he dicho. Pero conviene recordar, porque no se hace, que las residencias sufrieron un enorme recorte de los fondos públicos que recibían, un recorte mucho mayor que el que sufrió la sanidad. Y a una residencia privada se y enfermeras de forma permanente, y tener reconocida su condición de centros sociosanitarios, y una financiación acorde con ello.

P.- Mencionaba hace un momento los problemas para abastecer de material a las residencias, algo que también ha sucedido con los hospitales y que en gran medida sigue sucediendo, pese a que solucionarlo fue una de las prioridades al declarar el estado de alarma.

R.- La Administración ha llegado tarde a esta crisis, y cuando se ha puesto a gestionar, a tomar decisiones, a intervenir en el mercado… Mire, hay cosas que se aprenden en primero de Económicas, y que aquí se pusieron de manifiesto tras la Guerra Civil: cuando el Estado controla los precios o decide la producción, el resultado es el desabastecimiento y el estraperlo. Son leyes básicas que uno tiene que aprender el primer día de clase, cuando crece la demanda suben los precios, y eso se equilibra cuando sube la producción, cuando llega más producto al mercado. Pero si intervienes, fijando el precio de las mascarillas por ejemplo, el importador que iba a comprar una partida, ya no la compra, y la fábrica que iba a contratar gente para abrir una nueva línea de producción, ya no la contrata. Esa intervención, insisto, lleva al desabastecimiento e impide que el mercado se reequilibre y los precios bajen.

P.- Usted tiene una larga trayectoria profesional ligada a la industria farmacéutica, un sector que depende hoy de fábricas asentadas en países que son de los que dependen los suministros. Eso también es parte del problema.

R.- Mire, yo esto lo conozco porque lo he vivido. Laboratorios Indas fabricaba  gasas y dejó de hacerlo cuando la Seguridad Social bajó tanto los precios que era imposible mantener la producción. España pasó entonces a abastecerse de China, a un precio muchísimo más bajo. Es un ejemplo de algo que se ha repetido constantemente, y que ha llevado a que aquí no tengamos ya una industria capaz de dar respuesta a lo que necesitamos en momentos como este, que tendrían que estar previstos. El Ministerio de Sanidad, con sus compras, debería facilitar que se produzca en España, no apretar los precios y asfixiar a la industria nacional. Que el Grupo Mondragón o Inditex, que creo que ahora están fabricando equipos de protección, puedan seguir haciéndolo cuando pase todo esto. Y no depender de lo que compres a empresas que no sabes quiénes son, qué homologaciones tienen o en qué condiciones trabajan.

P.- Lo que sucede es que alguien podría pensar que eso implica una intervención en el mercado que chocaría con las leyes de la oferta y la demanda de las que hablábamos hace un momento.

R.- Si se piensa bien, y se habla con quien de verdad conoce el mercado, hay fórmulas para hacerlo. Habría que definir qué productos son estratégicos para enfrentarnos a una situación como la actual, fijemos qué características tienen que tener y cuál sería el precio a pagar a un fabricante que trabaje honradamente, valorando los costos reales que tiene cumplir los estándares de calidad y las condiciones de fabricación que reclamamos a nuestra industria. Y a partir de ahí, pongamos un arancel para los productos que llegan de fábricas de China que trabajan en unas condiciones que no sabemos cuáles son. Si usted habla con quien sabe, con los fabricantes, con los importadores, con los exportadores, va a encontrar una forma de dar respuesta a eso. Lo que nofunciona es fijar precios, confiscar producciones, que se dijo así, con esas palabras, confiscar… Esas son medidas antieconómicasque van en contra de resolver los problemas.

P.- ¿Cómo cree que saldremos de esta crisis, cambiará algo en la percepción de los mayores y en las empresas?

R.- Sin duda. Si hablamos de la sociedad, la percepción de los mayores ya ha mejorado durante estas semanas. Hay un mayor contacto entre las generaciones, pese al distanciamiento, hay una preocupación por verse, por hablar, aunque sea a distancia. Y hay una conciencia clara de la tragedia que supone la masacre que han sufrido las personas mayores. También en la empresa va a haber cambios profundos.

Al teletrabajo siempre se le contemplaba con desconfianza, y ahora ha demostrado que es un instrumento perfectamente válido, y que es perfectamente posible trabajar por objetivos, que es algo que siempre defendíamos desde las empresas. Hemos visto que podemos mantener reuniones a distancia, tener entrevistas como esta, que los estudiantes pueden seguir las clases desde sus casas… En relación con esto, sabemos que hay un 10% de niños que no han podido hacerlo porque en sus casas no hay ordenador. Eso no puede suceder y yo auguro que la Administración se ocupará de que no suceda, facilitando los medios. Podemos multiplicar los ejemplos, y los cambios no van a ser solo de este tipo, porque también cambiarán las relaciones geoestratégicas, ya veremos cómo queda la relación entre China y Estados Unidos. El cambio se va a producir desde todos los puntos de vista.