Llegar a SER abuelo, llegar a ser abuela, es un efecto secundario del proyecto de vida de nuestros hijos. El lenguaje cotidiano lo refleja a la perfección cuando decimos “nuestro hijo, nuestra hija, nos ha hecho abuelos”. Ellos, desde su libertad, deciden tener descendencia y como consecuencia lógica nosotros adquirimos el estatus de abuelos. No se elige ser o no ser abuelo porque no depende de uno.

EJERCER de abuelo/a es bien distinto. Nuestros hijos tienen la libertad, el poder, de hacernos o no abuelos pero la decisión de ejercer como tal es nuestra.

El rol de abuelos está asociado al cariño, la ternura, el cuidado, la tolerancia, la transmisión de valores y de historias de vida personales y familiares… Es una extraordinaria oportunidad para hacer realidad los beneficios de las relaciones intergeneracionales dentro de la familia. Los abuelos pueden aportar mucho positivo a los nietos y éstos también a los abuelos. Llegar a ser abuelo/a suele ser deseado y parece ser una bendición para una gran mayoría de quienes estrenan ese nuevo estatus.

Más allá de la alegría que supone la llegada de un nuevo miembro a la familia, el papel de los abuelos/as puede ser un gran apoyo en la crianza de los nietos, desde su nacimiento hasta, al menos, la adolescencia. Y tiene sus pros y sus contras.

La imagen llevando a los nietos al colegio o esperándolos a la salida es sobradamente conocida y cada vez es más frecuente ver a ambas generaciones en los parques y en otros escenarios de la vida cotidiana. Tras la jubilación, estas actividades son una forma extraordinaria de seguir siendo personas activas y útiles, que tanto defendemos desde la Confederación Estatal de Mayores Activos (CONFEMAC).

No obstante, entre quienes viven en función de sus nietos, dedicándoles todo su tiempo y quienes limitan la relación a las visitas puntuales, hay muchas opciones. Una buena forma de ilustrar los distintos tipos de relación consiste en tirar de experiencias reales.

“Tengo a mis nietos todo el día, vivo para ellos, disfruto con ellos, me han devuelto la vida y la ilusión”. “A nuestros hijos les costó trabajo entender que tras la jubilación, nosotros seguíamos teniendo vida propia. Participamos en muchas actividades y también somos abuelos canguros pero nuestra hija se ha adaptado a nuestra disponibilidad”. “De lunes a viernes mi hijo me trae a los nietos, uno de dos años y otra de cinco, a las siete y media de la mañana y los recoge a las seis de la tarde. Termino reventada. Ayer me dijo que el fin de semana que viene me los tengo que quedar también porque él y su pareja están muy estresados y se van a descansar a un alojamiento rural”.

Ante todo esto cabe pensar si ejercer de abuelo o abuela es un derecho o una obligación. Desde CONFEMAC pensamos que ejercer o no como tales no es una atribución de los hijos sino un derecho de las personas mayores. Cada cual desde su libertad puede decidir hasta dónde llegar y dónde poner los límites, sin sentirse culpable. Porque en circunstancias normales, la responsabilidad de la crianza de los hijos es de los padres que les traen al mundo. Ejercer de abuelos es una gran oportunidad para seguir creciendo, para seguir siendo un pilar fundamental en la familia, pero siempre desde la libre decisión de los propios protagonistas.

Vicente Pérez Cano

Director de CONFEMAC

Profesor de la Universidad Pablo de Olavide