La recesión del 2008 sacrificó a una generación joven con el paro. La pandemia del Covid-19 ha sacrificado a la generación de más edad, hasta tal punto que la pirámide poblacional ha sido desmochada con ¿35.000? jubilados y la esperanza de vida de la población española ha caído de 83,6 años a 82,9 años. A pesar de ello, seguimos siendo uno de los países con mejor salud del mundo, aunque dudo que podamos presumir que tenemos la mejor “sanidad” del mundo en este año de tristes récords negativos, si la sanidad se define como “conjunto de servicios organizados para cuidar o preservar la salud”.

Empezamos a recuperar la normalidad, pero nos inquieta saber cuál es la situación de otro gran sector de la población mayor, los que viven solos, después del drástico confinamiento de más tres meses. Expertos psicólogos se han referido a los problemas con los que estas personas pueden encontrarse a su salida, síndromes depresivos, ansiedad, miedo a salir de casa etc. y las consecuencias de una reclusión larga, con poca actividad física que se puede manifestar en fragilidad, caídas, rotura de caderas.  La situación se ha complicado porque personas que necesitaban tratamiento se han retraído de acudir a los hospitales colapsados por personas contagiadas. También preocupa la lista de espera que ya era enorme antes del estallido de la pandemia (705.000 pacientes) y que se habrá multiplicado tras los tres meses de confinamiento en los que la actividad habitual ha sufrido lógico retraso. Todas estas circunstancias implican que la población de mayor edad sufrirá un empeoramiento de sus enfermedades crónicas, lo que desgraciadamente tendrá consecuencias negativas a corto y medio plazo.

Nos desazona que se pueda repetir lo ocurrido en el mes pasado en Madrid. Los bomberos encontraron tras derribar las puertas de entrada varias docenas de cadáveres de personas solas que murieron abandonadas, sin que nadie se enterara, dadas las circunstancias especiales del confinamiento.  Muchas habrán fallecido por causas naturales o el coronavirus, otras por la causa más horrenda, el suicidio que desgraciadamente es más frecuente en las personas mayores que en otras edades, especialmente en condiciones de angustia.

Esperamos que a nivel municipal funcione eficientemente el mapeo de hogares de riesgo de personas mayores que viven solas y cada hogar tenga asignado un gestor del caso con una buena estructura de supervisión y control, independientemente de que funcionen las familiares, sociales y las Asociaciones de voluntarios.

Ha sido un lugar común al referirse a la catástrofe de las residencias hablar de los recortes habidos desde 2008. Es urgente elaborar dentro del Plan de Reconstrucción un Plan de choque en los servicios sociales, para todas las edades. Se acaba de acertar aprobando el IMV para menores de 65 años, pero no podemos tolerar un Sistema Dependencia en la situación deficitaria como está ahora. Antes me he referido a las listas de espera sanitarias. Las listas de espera de la dependencia siguen aumentando con 153.306 personas esperando valoración y 261.616 esperando la provisión del servicio, mientras 164 mayores dependientes fallecen diariamente en otra macabra lista de espera de los servicios, paralela a la de la pandemia. No es soportable.

La esperanza de vida es el mejor indicador sintético de salud. Hay que poner todos los medios para seguir estando a la cabeza del mundo.

 

Eduardo Rodríguez Rovira
Presidente de Honor de CEOMA