Eduardo Rodríguez Rovira

Hemos sobrepasado a Italia en número diario de muertos por el coronavirus, teniendo una población muy inferior y habiendo iniciado el contagio aparente más tarde que en ese país, que podía haber sido una prueba piloto para nosotros. Muchos profesionales españoles de primera línea de centros hospitalarios nos hablan no ya de saturación, sino de colapso en sus centros.

El triaje, sistema habitual de selección para decidir quiénes pueden ser tratados en las UCIs cuando no hay capacidad suficiente, se aplica ya rutinariamente, por lo que muchos de los pacientes graves no prioritarios, especialmente los de más edad, quedan condenados.

¿Podremos seguir diciendo que contamos con el mejor sistema sanitario del mundo? No creo que nadie fuera de España, viendo la aberrante situación actual, tenga una buena opinión sobre nuestro sistema. Y es una lástima, porque nosotros seguiremos aplaudiendo desde los balcones a nuestros profesionales sanitarios por la extraordinaria labor que están haciendo, luchando con la falta escandalosa de medios que tienen y constituyendo uno de los grupos de riego (con los mayores) más castigados, unos 5.000 en estos momentos, seguramente el número más alto del mundo en porcentaje.

Pero cuando los elementos directivos del sistema demuestran clamorosamente su ignorancia e ineptitud, el sistema fracasa necesariamente. El Ministerio de Sanidad, como tiene transferidas las competencias a las comunidades autónomas, ha sido tradicionalmente considerado de segunda, utilizado de relleno para compromisos políticos fundamentalmente y no cubierto por técnicos con personalidad. Grave error como comprobamos ahora.

No hay que insistir sobre la falta de previsión que ha demostrado el Gobierno, cuando existían informaciones oficiales de organismos internacionales desde hace meses, que hizo que países de nuestro entorno ya hicieran a tiempo acopio de instrumental y equipos médicos. Tampoco sobre las temerarias recomendaciones ideológicas de participar en reuniones multitudinarias a primeros de marzo. Por no detallar más, la ausencia de liderazgo durante semanas, la falta de respeto a la cuarentena que ofrecen nuestros máximos representantes y las graves declaraciones del portavoz en diferentes ocasiones, que en otros países habrían exigido su destitución fulminante. Por último, la aparente contundente decisión de centralizar todas las compras de equipos médicos. El fracaso de la gestión a lo largo de los días que provocó un retraso en la provisión del material y la consecuente devolución a las comunidades de las competencias para comprar nueva es una pérdida de prestigio del Ministerio.

A pesar de nuestros inútiles dirigentes, saldremos de esta, pero si no logramos cambiarlos, preparémonos para el Chernóbil económico que vendrá después.

 

Eduardo Rodríguez Rovira
Presidente de Honor de CEOMA