Ya lo sabíamos desde el comienzo de las pandemia, pero los datos han salido estos días con toda rotundidad en los medios y hoy es trending topic.

Entre enero y mayo de este año según los datos de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística fallecieron 45.684 personas con Covid-19, el 90% personas mayores de 75 años en su mayor parte pacientes con comorbilidades asociadas, mientras que los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad eran solo 27.127 fallecimientos por este concepto.

Nada menos que una diferencia de 18.557 personas en prácticamente dos meses. Y el Ministerio de Sanidad no se ha preocupado de averiguar cuál es la causa de este espectacular aumento de muertes en tan corto espacio de tiempo, si no están ocasionadas por la pandemia. La boutade del responsable – político, que no científico- de comunicación del Ministerio, dicha hace tiempo, de que a lo mejor ha habido un exceso de accidentes de tráfico es irritante para cualquier persona con decencia ética y vejatoria para sus familiares. Gran parte de estos decesos no bien diagnosticados son de aquellas personas que habrán muerto abandonadas en soledad en sus domicilios o aquellos residentes a los que se les prohibió ser referidos a los hospitales. No tuvieron derecho a ser diagnosticados, no tuvieron derecho a ser tratados, no tuvieron derecho a una muerte digna, no tuvieron derecho a un mínimo duelo y ni siquiera el derecho a ser contados…A ello se añade la irreverencia y el menosprecio.

Estamos hablando de un Centro de Coordinación de “alertas y emergencias sanitarias” Y este tremendo incremento de exitus no requiere la atención del Centro de alertas y emergencias. ¿A qué se dedica? Tendrían que haber dado una explicación de ese exceso. ¿Ha habido un brote de epidemia de gripe o una ola de frío que ha afectado a los ancianos?  ¿Son pacientes que no han podido ser diagnosticados o tratados quirúrgicamente a tiempo y que han fallecido por estas razones? La evaluación de estas circunstancias es esencial para planificar la estrategia de salud ante escenarios catastróficos.

No puede ser tanta desidia. La opinión generalizada es que se trata simplemente de ocultación de datos para que la población no se entere de que España es el país europeo con la tasa de mortalidad más alta en esta pandemia.

Pero, es más, el portavoz ya citado habla con displicencia en otro caso de que una diferencia en el contaje de 3.000 “y pico” más “no modifica la magnitud del riesgo”. En primer lugar, lo del pico de varios cientos de muertes es despectivo. En segundo lugar, utilizando metáfora de Carlos Herrera, diría que ese pico es como la catástrofe sucesiva de varios aviones llenos de pasajeros que no merecieran la consideración de las autoridades.

Peor todavía es el insensible comentario sobre este asunto del ministro filósofo, con el desdén que le caracteriza, de que “el desvío es muy menor” rematado con un presuntuoso comentario de que su actuación demuestra que ¡están cumpliendo con los principios de transparencia!

Y la vida sigue igual tras este probado escamoteo de fallecimientos y su frívolo tratamiento…

 

Eduardo Rodríguez Rovira, Presidente de Honor de CEOMA