El Presidente Macrón ha pedido recientemente una refundación del espacio de seguridad europeo de Schengen con el objetivo de luchar contra la inmigración clandestina, el tráfico mafioso de seres humanos y la amenaza terrorista yihadista. Se trata de reforzar el control de las fronteras, tanto europeas como nacionales.

¿Dónde realizó estas declaraciones ante la prensa? Justo en el límite de la frontera hispanofrancesa de Le Perthus-La Junquera. Francia recibe su inmigración ilegal indirectamente a través de las fronteras italiana y española, por lo que en realidad con este acto estaba reprochando a España su laxitud en el control de sus fronteras, que estaba perjudicando a Francia, muy sensibilizada en el tema por el recrudecimiento de ataques terroristas en su territorio realizados por terroristas provenientes de otros países europeos.

Si las contundentes declaraciones de Macron hubieran sido hechas por un político español la catarata de insultos por xenofobia habría inundado los medios.

Una de las reclamaciones más persistentes en relación con la pandemia actual ha sido la de atacar el llamativo descontrol de nuestras fronteras. Ha existido una terca oposición a realizar controles epidemiológicos en los aeropuertos españoles incluso en los momentos más críticos de la pandemia – los existentes más parecen una broma, por ejemplo la observación visual-, mientras a los españoles se les exigían estas medidas prácticamente en todo el mundo. Se llegó a decir que el control epidemiológico en los aeropuertos podría dañar el turismo, cuando este ha muerto por falta de las más elementales normas de control, como esta de los aeropuertos. Por fin a los 9 meses del desencadenamiento de la pandemia se exigirá PCR negativo a los viajeros que procedan de países de riesgo.

El tratamiento de la inmigración clandestina en nuestro país desde el punto de vista epidemiológico, olvidando el político, deja mucho que desear. Sucedió lo mismo hace unos meses con la inmigración legal de los temporeros del campo, que iniciaron en Aragón el contagio que todavía la castiga.

En un puerto del norte los ferrys de una compañía extranjera tuvieron que cambiar su base a otro puerto por las quejas provocadas por la invasión continuada de polizones (¡varios cientos de inmigrantes ilegales al año!) que querían pasar a otros países de Europa,  por cierto una válvula de escape para que esta inmigración no nos perjudique como podríamos temer y que explica la reacción de Macrón.

Tratamos de favorecer el turismo de nuestras islas afortunadas creando con varias naciones europeas corredores seguros pero lo que está sucediendo es la existencia de un corredor seguro de inmigrantes ilegales, que no sé cómo se podrá compatibilizar con el de los legales, en un espacio tan limitado y cerrado como las islas.

Pero ¿por qué vamos a preocuparnos de nuestra fronteras de país, si ni siquiera protegemos las fronteras de nuestras propias casas, que pueden ser asaltadas casi impunemente por okupas?

Eduardo Rodríguez Rovira es Presidente de Honor de CEOMA y Fundación Edad&Vida