Afortunadamente vivimos, gracias a nuestra integración en Europa, con niveles de inflación “tolerables”. Hoy los márgenes se mueven entre el 0% – a veces incluso es un dato negativo- y el 2 %. Todos los pensionistas recordamos aquellos años de inflación de doble dígito. Qué contraste.

Con la crisis financiera que soportamos como consecuencia de la pandemia algunos expertos y políticos aventuran, todavía tímidamente, que esto tienen que repercutir en la principal rúbrica, 41%, del presupuesto estatal, que son las pensiones (160.000 millones de euros), suprimiendo su revisión anual de acuerdo con el índice de precios al consumo.

Naturalmente si estas opiniones se hubieran declarado en aquellos años de inflación al 12% y más, todo el mundo habría dicho que eran aberrantes. Pero la cuestión es conceptual. Tampoco ahora, con inflación menor al 2% se puede tolerar que las pensiones no se adapten a la inflación.

La inflación se ha considerado siempre como un impuesto silencioso que va mordiendo las rentas fijas hasta hacerlas desaparecer. Una pensión de 1.000 euros con una inflación de 2% se convierte en una renta de 980 euros en solo un año, con un efecto progresivo en los siguientes años. Lo peor es que hablamos de la inflación oficial, porque la inflación real es siempre superior. Se dice que el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas es ilusorio. Cualquier pensionista que tenga la suerte de sobrevivir a 20 años de jubilación (la esperanza de vida esperada a los 65 años es en 2019 superior a esa cifra) sabe que incluso con la revisión anual de su pensión por la inflación oficial, está no le cubre ya sus gastos como le pasaba recién jubilado.

Las revisiones de acuerdo con la inflación no cubren el impacto que el desarrollo de la economía, manifestado en el crecimiento real del PIB, provoca en las rentas fijas. Por eso en algunos países europeos adelantados la revisión de las pensiones se realiza no con la inflación sino con el porcentaje de subida de los salarios, que se adaptan por la presión sindical a ese crecimiento real.

Esta es la razón por la que a pesar de todos los lamentos por la subida de las pensiones el porcentaje de estas en relación con el PIB no ha sufrido grandes cambios en los últimos años. Como señala USO 1 esta relación sigue siendo la misma en 2020 que en 2013, aproximadamente 10,8% sobre PIB. En la Unión Europea este dato es 12,4%. Si tenemos en cuenta que el número de pensionistas ha crecido, ello significa que en 2020 les corresponde a cada pensionista menos parte del PIB que hace años. ¿Es aceptable este dato? Los expertos preocupados por el crecimiento de las pensiones ¿pueden seguir pretendiendo que las pensiones no recojan la inflación?

La causa del crecimiento de las pensiones no es su adecuación anual al nivel de precios, sino que los jubilados viven más años, el número de los que se retiran cada año es superior a los pensionistas que fallecen – todavía están por llegar los babyboomers– y además lo hacen con salarios cada vez más altos. Pero esto no tiene que ver con la adecuación de las pensiones a la inflación, sino que hay que estudiar cómo resolver la relación de sustitución del último salario con la primera pensión y tomar iniciativas en el retraso en la edad de jubilación para compensar el aumento de la esperanza de vida. Por último otra causa de la subida media de las pensiones es el justo incremento de las pensiones más bajas que deben alcanzar un ingreso mínimo vital, como cualquier otra persona de cualquier edad, pero que técnicamente no se debe considerar pensión, sino gasto de la asistencia social dentro de los presupuestos generales del Estado, lo mismo que las llamadas pensiones no contributivas.

Puede ser que los expertos consideren algunas reivindicaciones de los jubilados discutibles o poco oportunas, pero es irrebatible que las manifestaciones de los jubilados a favor de que las pensiones se revaloricen de acuerdo con la inflación cuentan por ser justas con el apoyo de todos los pensionistas de España.